NEGOCIO
DEL CANSANCIO
Gimnasios, piscinas, spa, tiendas de
material deportivo, clínicas de rejuvenecimiento, recauchutado, implantes e
injertos, ITV (inspección técnica de viejos): esos son los negocios del futuro
inminente, los negocios más boyantes que vampirizarán a la crisis y se
alimentarán de ella reconvirtiéndonos en carne fresca para que el festín no
acabe, para que no haya fecha de caducidad tatuada en nuestros músculos y
huesos. Habrá que estar en forma. Sólo el cansancio nos hará libres. Y eso no
lo pueden permitir.
Si en otra época lo enmendaban a
zurriagazos ahora será con anabolizantes en los botiquines de las oficinas y en
las taquillas de las fábricas. Algo más adelante se instalarán desfibriladores.
No se permitirá el desmayo, el desaliento ni la depresión. Y nada de achaques.
Las empresas precisarán de plantillas gerontocráticas supervisadas por unos
pocos depredadores más jóvenes preparados para abortar cualquier conato de
reivindicaciones provectas. Habrá una reforma -como aquella psquiátrica- que
vacíe y cierre los asilos: todos al tajo, usted también abuelo, tráigase el
drenaje. Habrá pañales king size para la incontinencia en los aseos. Sin subvenciones,
claro, mediante copago. No problema. Y no harán falta residencias de ancianos
porque no tendrán inquilinos. Otro recorte, otro ahorro. Habrá que ajustar el
ratón de los ordenadores a los temblores propios de la edad de los operarios,
que algo sentirán -un cosquilleo, palpitaciones- cuando lleguen las becarias de
treintaitantos o más.
Dice Bruselas -¿quién es Bruselas?- que
pasemos la vejez currando, tanto si es dando martillazos ignorando los
pinchazos de la artrosis como alimentando un glaucoma del tamaño de una telera
ante la pantalla del ordenador. Bruselas, ese ente que habla y receta y dicta y
ordena, obvia en este asunto a los que no lleguen a esa tercera edad laboral
vía despidos, asunto colateral que puede y debe solucionarse con el fomento de
la sedación televisiva o bien mediante la expansión sin límites de
organizaciones no gubernamentales cuyos voluntariosos miembros, adiestrados por
parados de larga duración, se dedicarán con cariño y afecto a atender a los
laboriosos mayores que caerán derrumbados al final de la jornada demandando una
sopa caliente y un masaje en los pies. O un buen cigarro y un vaso largo que
les nutra para el día siguiente o les acelere la muerte asistida por la
nicotina y el alcohol destilado y adiós muy buenas, ahí os quedáis. Ni tampoco
recoge Bruselas en sus recomendaciones ninguna fórmula que haga compatible la
peonada de los yayos con el tueste que se sufre en esta parte de la tierra
cuando sobreviene un tsunami de calor. Convendrá que ahí estarán al quite los
siempre atentos y sensibles sindicatos, tan solidarios, para repartir gorras
con viseras que alivien a las frentes marchitas el tránsito bajo el sol
abrasador.
Sí, este sí será un país para viejos. En
vez del País de Nunca Jamás será el de Por y Para Siempre. Y los hijos, sin
trabajo aquí, que manden una postal desde el extranjero contando que el nieto
ya ha pronunciado su primera palabra. En otro idioma.
PUBLICADO EN MÁLAGA HOY
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