COLGADOS DEL MÓVIL
Los
teléfonos móviles se han convertido en imprescindibles en nuestra vida
cotidiana. Ahora, podemos decir, estamos permanentemente conectados, tanto para
lo bueno como para lo malo. El sistema nos ha creado una nueva “necesidad
artificial”, llevándonos a consumir cuanto más mejor. Como yonquis del consumo,
nos pasamos el día colgados del móvil, hablando, enviándonos whatsapps,
conectados a Internet… Las grandes multinacionales del sector nos han
convertido en “mobildependientes”, asegurándose así el negocio del futuro, y
dejando tras de sí un rastro de miseria, explotación, precariedad y
enfermedades.
Desde la
primera pieza, la telefonía móvil viene manchada de sangre. El coltán, un
material indispensable para fabricar los microchips que se encuentran en
nuestros teléfonos es fuente de guerras y destrucción. El caso de la República
Democrática del Congo, donde hay algunas de las principales minas del mundo, es
un claro ejemplo. Allí la industria del coltán está íntimamente ligada a la
guerra perenne que golpea al país y que ha permitido financiar, con el
beneplácito de las potencias occidentales, los principales grupos armados, a la
vez que impone unas condiciones laborales infrahumanas a sus trabajadores.
La
explotación laboral, en cada uno de los tramos de la cadena, es otro de los
rasgos distintivos de estas empresas. Ya sea en los países del Sur, con la
deslocalización industrial, o aquí, los salarios bajos, la precariedad, la
política anti-sindical, los despidos improcedentes… son el pan de cada día.
Nokia, Samsung, Blackberry, Telefónica Movistar, Vodafone, Orange… nos venden
progreso, modernidad, calidad pero sus prácticas laborales nada tienen que ver
con lo que dicen sus eslóganes publicitarios. La lucha sindical de los
trabajadores de Telefónica, con dos huelgas de hambre en sus espaldas, para
exigir la readmisión de Marcos Andrés Armenteros, despedido por bajas médicas
justificadas, es una de las luchas de referencia.
Y cuando
llegamos al otro extremo de la cadena, el consumo, vemos también el impacto tan
negativo que este modelo de telefonía tiene para nuestra salud. Múltiples
informes, y hasta la Organización Mundial de la Salud, señalan los posibles
efectos cancerígenos de las radiaciones de los teléfonos móviles. Por no hablar
del aumento de la contaminación electromagnética fruto de la proliferación
indiscriminada de antenas de telefonía en todo el territorio.
Alguien dirá
entonces: “pasamos del móvil”. Creo que se trata más bien de poner la técnica
al servicio de la gente, de la organización colectiva como hemos visto en el
15M, y del ecosistema, no en manos del lucro insaciable del capital. Quizás no
nos quieren sólo colgados del móvil, sino, sencillamente, colgados.
* Artículo
publicado en el semanario La Directa, nº307, 27/02/2013.
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