HUBO UN TIEMPO
Hubo un
tiempo en el que los ciudadanos también estaban indignados, hartos de políticos
corruptos, desencantados de partidos que sólo buscaban su propio interés. Un
tiempo en el que casi nadie parecía seguir creyendo en unas débiles democracias
a las que despectivamente se les solía agregar "burguesas". Un tiempo
en el que los gobiernos de esas democracias podridas eran títeres de intereses
económicos internacionales, de la banca, de los financieros, de los mercados
que en realidad mandaban sobre las naciones. Y surgieron quienes tenían
soluciones mucho más justas, transparentes, igualitarias, jóvenes, idealistas
que las viejas, corruptas, opacas y apolilladas democracias. Soluciones
radicales. Tabla rasa.
En 1921
Mussolini era elegido diputado. En 1932 Hitler ganaba las elecciones. Mientras
desde 1922 Stalin era Secretario General del Comité Central del Partido
Comunista. Se acabó el viejo orden corrupto y esclerótico. Todo era progreso,
orden, claridad. Fascista, comunista o nacionalsocialista. Distintos en ideas
pero no en víctimas ni, sobre todo, en desprecio hacia las democracias
capitalistas y burguesas. Llegaban, al parecer, la Justicia Absoluta, la
Igualdad Absoluta y la Transparencia Absoluta. El arquitecto Terragni -ojo con
la obsesión por la transparencia- edificó la Casa del Fascio como un cubo de
cristal para hacer realidad la frase de Mussolini: "el fascismo es una
casa de cristal" donde no debe existir "ninguna barrera, ningún
obstáculo entre la jerarquía política y el pueblo".
Ahora,
tantos años y tantos millones de muertos después, también parece que hay quien
no puede tolerar más el dominio de los mercados sobre los gobiernos. Quien se
siente asfixiado, engañado o estafado -y por ello no representado- por los
partidos y los políticos. Quien no confía más en esta imperfecta y podrida
democracia. Y, por supuesto, también quien tiene soluciones que aportar.
Radicales. Puras. Transparentes. La democracia real, ya saben, que tantas veces
se ha cargado a la existente. Mal asunto: la democracia es perfectible,
naturalmente, pero no sustituible.
Y hay quien
sabe explotar el hartazgo de los ciudadanos y los males acarreados por la
crisis. Cuidado con ellos. Y con la demagogia de las redes sociales. Y con la
Italia de Berlusconi y Grillo. "Seremos una fuerza extraordinaria: 110
dentro (del Parlamento) y muchos millones fuera", ha dicho Grillo. Hay
razones para preocuparse.
FUENTE
MÁLAGA HOY
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