CRISIS ECOLÓGICA E INDIGNACIÓN
GLOBAL
La humanidad
se encuentra frente a una crisis ecológica global que forma parte intrínseca de
la crisis sistémica del capitalismo. En la crisis de nuestro presente se
interrelaciona una crisis financiera y económica, energética y alimentaria,
política y social (por el aumento de las desigualdades y el estallido de la
crisis de los cuidados). Asistimos en realidad a una verdadera crisis de
civilización. Una crisis que en su conjunto ha puesto encima de la mesa la
incapacidad del sistema capitalista para satisfacer las necesidades básicas de
la mayor parte de la población mundial y para atajar la crisis ecológica que él
mismo ha creado y que amenaza la propia supervivencia de la especie y de la
vida en el planeta.
La
interrelación entre la crisis económica y la crisis ecológica global, cuya
mayor expresión es el cambio climático, es de hecho una de las especificidades
de la situación actual distinta a las precedentes como la crisis de 1929 y los
años treinta. La magnitud del desafío ecológico no hace sino aumentar el
potencial de inestabilidad global para el próximo periodo, que estará marcado
por el agotamiento, a medio plazo, de un modelo energético basado en el
petróleo y los combustibles fósiles, el aumento de las catástrofes naturales
debido a las alteraciones climáticas, y los desequilibrios estructurales
crecientes del sistema agroalimentario mundial.
Los fracasos
de las cumbres del clima de Copenhague 2009, Cancún 2010, Durban 2011 y la
reciente de Doha, que ha transcurrido en medio de la indiferencia generalizada,
ponen de manifiesto cómo el sistema capitalista es incapaz de dar respuesta a
una crisis que él mismo ha creado (Antentas y Vivas, 2009). Estas citas
resultaron ser un fracaso sin paliativos y una oportunidad perdida donde ni
siquiera la retórica hueca y la pompa de los jefes de Estado, que se fue
apagando cumbre tras cumbre desde la grandilocuencia de Copenhague hasta la
invisibilidad de Doha, pudo esconder la falta de medidas reales aprobadas. No
hay voluntad política para dar respuesta a la crisis climática y ecológica a la
que nos enfrentamos ya que una solución real requeriría el núcleo duro del actual modelo económico.
La ofensiva
de la economía verde
La nueva
ofensiva del capitalismo global por privatizar y mercantilizar masivamente los
bienes comunes tiene en la economía verde su máximo exponente. Una economía
verde que, contrariamente a lo que su nombre indica, no tiene nada de
“alternativa” sino que busca aumentar las bases para explotar y hacer negocio
con la naturaleza. En un contexto de crisis económica como el actual, una de
las estrategias del capital para recuperar la tasa de ganancia consiste en
privatizar los ecosistemas y convertir “lo vivo” en mercancía. Al mismo tiempo
que en el marco de la crisis ecológica, climática y alimentaria, se presentan
las nuevas tecnologías (nanotecnología, agrocombustibles, geoingeniería,
transgénicos…) como instrumentos para frenar el calentamiento global y la
hambruna, cuando en realidad su aplicación obedece a criterios mercantiles y
empresariales.
Sus
promotores son, precisamente, aquellos que nos han conducido al callejón sin
salida en el que nos encontramos: grandes empresas transnacionales, con el
apoyo activo de gobiernos e instituciones internacionales. Aquellas compañías
que monopolizan el mercado de la energía (Exxon, BP, Chevron, Shell, Total), de
la agroindustria (Unilever, Cargill, DuPont, Monsanto, Bunge,
Procter&Gamble), de las farmacéuticas (Roche, Merck), de la química (Dow,
DuPont, BASF) son las principales impulsoras de la economía verde, a la vez que
se configuran nuevas fusiones y adquisiciones empresariales (Grupo ETC, 2011).
Asistimos a
un nuevo ataque a los bienes comunes donde quienes salen perdiendo son las
comunidades indígenas, campesinas, de pastores, pescadores… del Sur global,
cuidadoras de dichos ecosistemas, quienes serán expropiadas y expulsadas de sus
territorios en beneficio de las empresas transnacionales que buscan hacer
negocio con los mismos. La economía verde privatiza la naturaleza convirtiendo
el acceso a la tierra y a los alimentos en transacciones comerciales y a las
políticas públicas, que deberían garantizar estos derechos, en competencia de
mercado (Ribeiro, 2011).
En la Cumbre
de la Tierra de Río de Janeiro, en 1992, donde se aprobó la Convención Marco de
las Naciones Unidas sobre Cambio Climático, que posteriormente desembocaría en
el Protocolo de Kioto, las empresas transnacionales ya dieron muestras de un
lavado de imagen verde para ocultar sus prácticas con un fuerte impacto
medioambiental y esquivar responsabilidades. Lo “verde” no es nuevo, pero la
economía verde va mucho más allá e implica la neocolonización de los
ecosistemas y de la naturaleza y busca transformarlos en mercancías de compra y
venta. Una ofensiva resultado de la competencia por controlar los recursos
naturales y hacer negocio con “la vida”.
El 99% y
nuestro planeta
El agravamiento
de las consecuencias sociales de la crisis y la intensificación de las
políticas de ajuste han provocado una reacción social de largo alcance. Con las
revoluciones en el mundo árabe como aguijón emergió en 2011 un nuevo ciclo internacional de protesta que
tiene su elemento motriz en la lucha contra los efectos de la crisis y las
políticas que buscan transferir su coste a las capas populares. El leiv motiv
de la “rebelión de los indignados” pone en el centro de la diana a quienes son
identificados como responsables de la crisis y su gestión. En el caso español,
tiene un doble eje constitutivo inseparable: la crítica a la clase política y a
los poderes económicos y financieros. A los últimos se les señala como
responsables de la crisis económica y a los primeros se les acusa,
precisamente, por su servilismo y complicidad con el mundo de los negocios. En
Estados Unidos, el movimiento Occupy, en cambio, pone más énfasis en la crítica
al poder económico que a la clase política, llevando a cabo un ataque frontal a
Wall Street y a la minoría privilegiada simbolizada por el 1%. De todos modos,
detrás subyace el rechazo a los dos grandes partidos, a la política de Obama, y
a las élites de Washington.
En Europa y
Estados Unidos la resistencia indignada se centra en la movilización contra los
recortes sociales, las privatizaciones, la banca y el pago de una deuda
ilegítima, temas que fueron dominantes en los países de América Latina y en
otros continentes del sur en las décadas anteriores. En definitiva la indignación
colectiva se expresa como movilización contra los intentos del capital
financiero de sacrificar al conjunto de la sociedad para salvarse a sí mismo y
de reorganizar el conjunto de las relaciones sociales en beneficio propio.
En la agenda
indignada, sin embargo, las cuestiones específicamente medioambientales y la
crisis ecológica y climática han jugado un rol secundario, en un momento donde
recortes, desmantelamiento de servicios públicos, desahucios, paro y ayudas a
la banca dominan el panorama. En cambio, hoy la defensa de los bienes comunes,
de los ecosistemas y de la biodiversidad son temas centrales en la agenda de
los movimientos sociales en los países del Sur. Muchas de sus comunidades son
las primeras en enfrentar las consecuencias del cambio climático (aumento del
nivel del mar, sequías, etc.) y el impacto medioambiental de las falsas
soluciones promovidas por el capitalismo verde (agrocombustibles, programa
REDD, almacenamiento de CO2 bajo tierra).
Colocar la
cuestión de la crisis ecológica y climática en tanto que aspecto central de la
crisis sistémica contemporánea en la agenda de las luchas sociales indignadas
es una cuestión pendiente y estratégica, para poder plantear un proyecto de
ruptura consecuente con el actual modelo económico y social. La crisis actual
plantea la necesidad urgente de cambiar el mundo de base y hacerlo desde una
perspectiva anticapitalista y ecosocialista radical, en el sentido que le dan
al término autores como Kovel y Löwy (2008). Indignados y occupiers en su lucha
contra la tiranía de la minoría financiera global tienen el reto de enlazar las
movilizaciones contra el ajuste estructural y las opuestas a la crisis
climática en una perspectiva convergente
e integradora entre lo “social” y lo “medioambiental” cuyo nexo debe ser el
rechazo a la (in)civilización del capital y a la mercantilización generalizada
del planeta y la sociedad. Se trata de poder avanzar así hacia, en palabras de John Bellamy Foster (2009), una
imprescindible “revolución ecológica que necesariamente tiene que ser también
una revolución social”.
Bibliografía
ANTENTAS,
JM. y VIVAS, E. (2009) “Justicia climática y justicia social: un mismo combate
contra el capitalismo global”, Ecología Política 39, p. 103-106.
BELLAMY FOSTER, J. (2009) The ecological revolution.
Nueva York, Monthly Review Press.
GRUPO ETC.
(2011) “¿Quién controlará la economía verde?”:
http://www.etcgroup.org/upload/publication/pdf_file/ETC_wwctge_ESP_v4Enero19small.pdf
KOVEL, J. y
LÖWY, M. (2008) “Un Manifiesto Ecosocialista”:
http://marxismolibertario.blogspot.com.es/2008/02/un-manifiesto-ecosocialista.html
RIBEIRO, S.
(2011) “Los verdaderos colores de la economía verde”, ALAI 468-469, p. 23-26.
*Artículo
publicado en Ecología Política, nº44, diciembre 2012.
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